El desarrollo psicomotor y la autonomía

EL DESARROLLO PSICOMOTOR Y LA AUTONOMÍA

Es una experiencia la que adquieren los niños que prueban a subir escaleras sin ayuda, a subirse a los columpios, bancos, muros, montañas de arena, hojas, e incluso a los árboles…pero ¿¿cuándo suelen hacerlo?? ¿¿Y están libres del peligro??

La verdad es que no todos los niños se muestran seguros y estables al mismo tiempo. Influyen muchos factores. Al que atendemos de forma muy temprana es al emocional, ya que consideramos, en la mayoría de los casos, que el bebé o niño va marcando su propio ritmo de aprendizaje y va tomando, por sí solo, la iniciativa de lanzarse HACIA LO NUEVO O DESCONOCIDO. Cuando lo hace, es observado y, normalmente, si se trata de una nueva hazaña o conquista, la acción es aplaudida y celebrada con gran júbilo.

Ahora bien, cuando los niños se van desarrollando y están en edad de ir a guarderías o pasan tiempo con otros niños de su misma edad, años menos, años más, es cuando se comienzan a percibir las diferencias entre ellos, pues ante las mismas situaciones elaboran respuestas muy diversas.

Es la hora de ir al parque. Algunos niños corren al avistar el parque y no dudan en subirse aquí y allá, mientras otros esperan a recibir indicaciones de mamá o papá, y además están los que se aventuran, pero no saben cómo hacerlo y esperan, con la mirada atenta en aquel otro niño que lo hace solo.

Por este motivo, el desarrollo psicomotor no entiende de edades. Es fiel a la evolución del niño, a su carácter, energía, educación y, por supuesto, a su madurez. Es muy normal encontrarse con perfiles de niños que responden de una manera similar, aunque no estén en el mismo momento evolutivo.

Lo que debemos intentar hacer es conocer a nuestros niños. Hay una respuesta motora que tiene relación con su “reacción”, que hace de forma automática, y que tiene un carácter marcado, que puede ser impulsivo o de cautela. Es necesario valorar esta primera respuesta del niño y, frenarle o animarle, a realizar una acción de forma adecuada.

No siempre ponemos freno a las respuestas motoras que nos resultan rápidas y acertadas, aunque se trate de un niño que no suele hacer lo que hacen los niños de su edad , ¿¿por qué ocurre esto?? En ocasiones nos encontramos con niños a los que conocemos, que tienen una seguridad y estabilidad motora, que han desarrollado desde muy temprano, respetando unos ritmos y aprendizajes en relación a la madurez que van adquiriendo y que les proporciona la capacidad de ser autónomos. En estos casos, aparecen respuestas adaptativas frente a situaciones, en las que deben decidir, si ponen en marcha un patrón de movimiento automático u otro, es decir, si pueden y son capaces, lo hacen de un modo; si creen que no pueden hacerlo de este modo, buscan una alternativa y lo hacen de un modo igualmente válido.

Un ejemplo: Un grupo de niños pequeños frente a una escalera con una barandilla. Es obvio que no todos van a reaccionar igual, pero ¿¿Qué respuestas encontramos?? ¿¿Cuáles debemos fomentar?? Vamos a encontrarnos a algunos niños que, a pesar de que saben caminar, van a subir a gatas o trepando. Y luego, habrá otros que lo hagan de pie, pero agarrados a la barandilla. Y los demás, subirán con dos pies en un escalón. Y alguno habrá, incluso, que lo haga con un pie en cada escalón. En algunos momentos nos hemos llevado algunas sorpresas al verlos actuando, pero entonces, habrá que identificar el motivo por el que no lo hace como esperamos.

Resulta que, a veces, sencillamente, no pueden por capacidad, ya que se encuentran en un nivel de madurez inferior y, al encontrarse solos, optan por una respuesta de adaptación que es volver a un nivel inferior, que es correcta y armónica. Otras veces, pueden, son capaces, pero para ello deben esforzarse y necesitan del adulto para apoyarse y motivarse. Y otros, los hay, que simplemente no quieren, protestan o utilizan al adulto para conseguir lo que quieren, sin tener que hacerlo ellos por su cuenta.

Pero el tema que aquí se trata, tiene una razón. Es notable la existencia de niños con un buen desarrollo psicomotor, que ponen en marcha sus habilidades motoras desde el primer año de vida, van obteniendo experiencias que les permiten con el tiempo y madurez suficiente, prepararse para realizar determinadas acciones con una cierta autonomía, que les pone en aviso de lo que pueden o no pueden hacer ante obstáculos o peligros. Es, por tanto, fácilmente identificable, al niño autónomo, que ha tenido tiempo de iniciarse y entrenarse para realizar solo muchas de las acciones que hemos contemplado. Y el perfil de este niño no se corresponde con ninguna edad concreta, pero lo que sí es seguro, es que su capacidad psicomotora está siendo utilizada durante todo el desarrollo y esto fomenta su autonomía.

De todos modos, hay un aspecto más que resaltar, que es lo que el niño recibe del entorno, su capacidad de mimetizar y poner en marcha lo que sabe y conoce, porque lo ve, se interesa y pone atención.

Para todos los padres, educadores y demás personas que quieren a “sus niños”.