La verdad sobre los niños

Leemos, estudiamos, sabemos, pero ¿¿¿VIVIMOS???

Durante el pasado confinamiento, hemos vivido un presente, una realidad. Los niños viven de acuerdo a lo que necesitan y les invitamos constantemente a experimentar, pero el día a día de ellos, se hace duro y los ritmos diarios a los que se enfrentan son agotadores.

Aún así, “los niños son incansables”, lo sabemos. Los padres tenemos la responsabilidad de educarles y de enseñarles a vivir.

En muchos hogares durante estos últimos meses ha sido clave para sobrevivir el replantearse las necesidades de los convivientes. Y es que es un término, que a mí personalmente, me ha gustado y considero muy indicado para tratar este tema.

La verdad es que ellos, los niños, han necesitado que los padres se adaptaran a situaciones normales y cotidianas para una familia que convive. Y los padres, han tenido que idear un plan para cada día y contar con que muchos ritmos como comer, descansar o hacer siesta, los cuales eran parte de una rutina ajena al hogar, se convertían ahora en momentos para la comunicación con ellos.

Ha reinado, en medio de todo este caos por el Covid-19, el PODER de los padres, el estado de ALARMA ha traído al pensamiento de muchos la certeza de que las necesidades de los niños son principales y, que salir al parque o jugar al escondite con amigos, es, en definitiva, lo mismo que solicitar afecto, presencia del otro y RELACIÓN INTERPERSONAL.

Desde muy pronto consiguen que les miren, les atiendan, les hablen,…y les proporcionen afecto y amor. Cuando todo esto existe, en el lugar que sea, pues ocurre que en los primeros años los niños se sienten identificados allí donde conviven, se llame a este sitio guardería, casa de los abuelos, cole…donde va a aprender a tocar la guitarra, en el poli donde entrena, etc., los niños se desarrollan y maduran con la materia o asignatura más importante superada. Si ellos conocen lo que es amar, pueden amar. Es algo natural, pero no podemos olvidarlo. Se paga muy caro y lo dejamos en el olvido muchas veces, por las prisas, el ajetreo, la razón y el vivir de acuerdo a unos ritmos sociales que nos hacen daño, si no conseguimos encontrar un equilibrio.

Quizás ahora, DESPUÉS DE LO VIVIDO, no nos preocupa tanto como antes el hecho de tener, o no, vida social, pero es que, no por tener vida social, somos más capaces de amar al otro. Son situaciones diferentes, aunque idénticas, si lo que nos define como seres sociales es nuestra capacidad de relacionarnos y de ser en el otro.

A los niños, todo este tiempo sin vida social, no les ha marcado en absoluto, sin embargo, se han beneficiado mucho de todo lo que les ha regalado el coronavirus: tiempo para estar en familia, paz y tranquilidad en sus rutinas, planes mágicos y nuevos para pasar el tiempo, etc.  Los vínculos han sido predominantemente familiares y “han contagiado” a los niños, que desde el primer día, han sentido como los lazos familiares se adherían con fuerza para no soltarse durante muchos días.

Muchos padres me dicen extrañados que sus hijos no quieren volver al colegio, pero es que los niños han aprendido algo: la dedicación de los padres puede ser total. Los padres han ejercido de maestros todo este tiempo, han buscado formas de motivarles para que continuaran con el aprendizaje escolar, han sido padres a tiempo completo y han aprendido a organizar y distribuir tareas, establecer normas en la casa, e incluso a llevar situaciones de conflicto y a proponer objetivos y metas para solucionarlas.

Y, por supuesto, los padres no han recurrido a las pantallas ni de televisión, ni de PC, porque con las clases virtuales han tenido suficiente. La comunicación online no ha logrado captar imágenes sensoriales y ha quedado muy claro que la imagen que se refleja en el ordenador está desprovista de la “maestra de verdad”. Los niños han avanzado con los contenidos curriculares, pero no han llenado los cuadernos de ilusión, emoción y realidad.

Los padres que han aceptado el reto de darles las lecciones. También han sido testigos de que en la nueva era informática lo que prevalece es ofrecer información, pero, de ningún modo, se consigue conquistar a nuestros niños, ni disfrutar ayudándoles, porque lo único que importa es  crear más fórmulas para que puedan hacer más cosas en el menor tiempo posible.

Y mi conclusión: Hemos aprendidos todos, que la mayor parte del tiempo, los niños están adaptándose a la vida y, lo único que necesitan, es al guía que los acompañe y los enseñe a AMAR.

Nota: Cuando me refiero a niño-os en masculino, no estoy excluyendo a niña-as.